lunes, 16 de marzo de 2015

La literatura se enseña con el corazón




El Taller Literario “Plumas Juveniles”, nació con la idea de fomentar un espacio de lectura para los jóvenes, y de esta manera poder crear un vínculo más fuerte con los libros. Recuerdo que en el tiempo de escuela secundaria, no había mucha “opción” de que cada persona pueda elegir que leer. Esto me incomodaba un poco y debido a ello, empecé a pensar en alguna solución para que la lectura sea libre y que cada uno (bajo un criterio propio), elija el libro que desee.
     Sólo vienen a mi mente algunos títulos que leí durante la preparatoria, entre ellos estaban: El señor de las moscas de William Golding, 1984 de George Orwell, La naranja mecánica de Anthony Burgess, El club de la pelea de Chuck Palahniuck y Ensayo sobre la ceguera de José Saramago. Debo ser sincero al decir que tenía poco interés en leer estos libros, ya que invertía mi tiempo leyendo obras de terror y misterio. En su lugar, me hubiese encantado estudiar a autores como: Edgar Allan Poe, Shirley Jackson, H.G. Wells, Arthur Conan Doyle, Thomas Harris o Michael Connelly. El espacio que creaba para nutrirme de este tipo de historias, me llevó a crear las mías propias. Ingenuamente pensaba que era la única persona que se había alejado de las tareas escolares y reemplazado los libros obligatorios por las lecturas de gusto propio.
     Tras haber seguido talleres literarios, la situación no había cambiado. Siempre el maestro o «instructor», tendía a imponer la lectura que para su criterio se debía leer. Esto provocaba que la gente no se interese por leer y que se aleje cada vez más de los libros. Desde el momento en cual la Casa de la Cultura Ecuatoriana me abrió un espacio para dirigir allí mis propios talleres, practiqué una manera distinta de enseñanza en el campo de la literatura.
En el momento que escribí mi primer libro de ficción titulado Suspenso en Letras, encontré que mucha gente se había dedicado a leer obras de misterio, pero muy pocos habían estudiado este tipo de novelas en los colegios o universidades y no encontraban espacios para poder conversar sobre ellas. En realidad muchos veían a la lectura como obligación y no como hábito.
    La idea de recibir clases de literatura incluso en los días sábados, quizá no nos suene muy atractiva, pero en mi caso he sido afortunado porque cuando los alumnos reciben clases, lo complejo es hacerlos salir. Esto no es un acto de magia, pues no utilizo poderes de hechicería para hacer que jóvenes (y adultos), se interesen por leer. Es lógico entender que no todos los maestros poseen el tiempo para que cada alumno tenga la potestad para elegir que libros estudiar, pero no se pierde nada con intentar. Me he encontrado con chicos que no saben que gustos literarios tienen, en ese caso hay que descubrir el interés en un género o tema que podría ser de su agrado.
     Dejando que cada persona por su curiosidad descubra que libros leer, es muy enriquecedor, ya que al conversar y analizar dichas obras, nuestro apetito por  la lectura se hace más omnívoro. Descubrimos otros temas que nos podrían interesar y comprenderlos con mayor profundidad, sólo existe la idea de enseñar de forma distinta. La literatura debe enseñarse con pasión, es decir debe transmitirse desde el corazón.       
  

            

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